jueves, 17 de marzo de 2011

Oblíguenme

¡Oblíguenme, vamos! Oblíguenme a mirarlos a los ojos. ¿Qué tienen de nuevo para decir?¿Qué hay de interesante en sus palabras?¿Qué mágica o fraudulenta historia asomará entre sus dientes?¿Qué radiante o banal motivo escupirán a mis oídos?
¡Pero no! ¿Pero qué es esto? Ya vuelvo a desviar la mirada. ¡Me aburren! Que insípido discurso, que charlatanería absurda. Que ustedes, que yo, que el día, que el mundo, que el gobierno, que la moda, que la comida, que la farándula... ¡Tedio! ¿Qué dice ahora? Por supuesto que soy mordaz ¿y con eso qué?¿Acaso ofendo a alguien?¿Acaso burlo alguna estricta regla moral?¿Cómo? No, claro que no. Antes solía ser menos “desfachatado”, como usted dice, pero la vida me demostró que la sinceridad, aunque agria a veces, produce efectos maravillosos en la gente. Mire si no. Ja, ja. No se sulfure, en definitiva lo ha logrado. ¿Qué cosa? Captar mi atención, ¿no ve como mis ojos la persiguen con voracidad? No se confunda, persiguen esa sensación que le nace y, usted también me mira con voracidad, pero de otra forma. ¡Me quiere comer vivo! Ja, ja. ¡Patrañas! Estoy en todos mis cabales, nunca estuve mas sobrio y más cuerdo que en este momento. No juzgue tanto y tan pronto... además ya empieza a aburrirme usted también. ¿Y todos ustedes qué?¿Se han quedado mudos de golpe? Me sorprende, mentes brillantes, académicos, oradores ilustres... y también las sabandijas que tienen la lengua floja para criticar... ¡Cobardes! A ver, señores, oblíguenme a mirarlos. ¿Qué? Sí, usted, el mojigato cara de chihuahua. Ja, ja. Bueno, sí sí, lo confieso, he sido cruel y drásticamente peyorativo. Pero dígame ¡hable fuerte hombre! que no oigo su ladrido. Ja, ja. Lo sé, lo sé, me disculpo esta vez. ¿Pero qué digo?¿Disculparme por mostrarles mi verdad? Es ilógico. Resulta que no les gusta como es la realidad pero castigan al que se las describe, como si éste fuera el culpable (sólo por decir qué es lo que ve) de lo ruin y patética que es ésta la realidad. ¡Hay Dios! Que argumentos falaces. No me vengan... ¿Cómo?¿Falta de respeto? Pero si ustedes son los que no respetan mi forma de expresarme, no respetan mi honestidad. ¿O acaso creen que yo los atacaría con sangrienta violencia (como la que emana de sus facciones de odio) si ustedes me dijeran con límpida crudeza que tengo barba de reo, ojos de aceituna, sonrisa demoníaca y carácter de psicótico? Por el contrario, lo admito y los aplaudo por su valor. Además, hace unos minutos, fueron precisamente ustedes los que apelaron a la sinceridad para decirme que era mordaz, desfachatado, ebrio y loco, entre otras sutiles etiquetas. ¡Vaya que sutiles! Si en verdad son un rebaño de hipócritas dirigidos por la cobardía ¡Sí! esa prisión latente que no les permite decir al mundo las cosas como son, impulsados por el mito de la diplomacia que enmascara, tiñe y troca la realidad. Me miran como si fuera un hereje y mis palabras blasfemia de sus ideales y convicciones ilusas. ¡Pobres diablos! Además, nadie los obliga a escucharme y, sin embargo, están como pegados al suelo, no se retirar ni piensan retirarse. Pero ¿Qué ganan con eso?¿Acaso son todos masoquistas, mártires del conservadurismo?¿Acaso disfrutan de que los agravie con mi extremista y avasallante forma de ser? Pero qué preguntas obvias ¡Qué obviedad! No sólo me aburren, ¡Me dan sueño y asco! Ya quisiera tener un digno oponente discursivo, alguien que logre tentarme con su avinagrada charla, alguien que me impregne ansiedad, alguien que me obligue a mirarlo a los ojos. ¿Pero qué oigo? Rumores, murmullo, cotilleo infernal. Una orquesta de chismosos inquietos e inquietantes. ¡Usted, señor de los bigotes prominentes! Tiene pinta de intelectual ¿Es doctor?¿Y desempleado?¿Qué pasó? Ahá... ¿y usted no les dijo a esas señoras en sus plásticas y feas caras que el botox podría tener efectos secundarios? Ja, ja. ¡No me diga! Técnicamente improbable, estadísticamente inusual, resultados inciertos, política de la clínica... Mm... todos pseudónimos de la cobardía ¡Eufemismos! Doctorcito... doctor gallina, le faltan agallas ¡Gónadas le faltan! Pf, vergüenza ajena me da... y yo que lo calificaba de intelectualoide. No es falsa la premisa de que las apariencias engañan. ¿Que me calle? Usted me da gracia señora, me va a dejar ciego con ese pintalabios tan chillón. Ja, ja. Y por cierto, qué ridículas se ven las mujeres con ese traje de dama coqueta. Con tanta pintura parecen un cuadro de Kandinsky. Por qué mejor no se andan al natural, así como Dios las hizo y el tiempo las modeló, auténticamente bellas o simplemente repugnantes. Ja, ja. ¡Que farsa! Ahí lo tienen, la belleza es también un arte del engaño... todo es engañoso, todo es tan ficticio ahora: dientes de porcelana, lentes de contacto, uñas esculpidas, extensiones para el cabello, tetas de plástico, cremas anti-age, “hombres” afeminados. ¡Que sarta de porquerías!¡Que polución mental! Ya nadie ríe, tampoco balbucean insultos o críticas. Los dejé sin habla, pero por otro lado, no tendrían nada que decir si no lo tuvieron hasta ahora. Todos y cada uno, lánguidos al punto de lo humillante. ¡Nadie ha podido! ¡Nadie ha sabido cómo! Nadie ha logrado obligarme a mirarlo a los ojos.